torrereta Releo un artículo en el que advertía, desde el retrato de La Torrereta, que retomaba el trabajo sobre Félix Lafuente, allá por 2008… (Una vez más lo tuve que dejar para implicarme en la administración universitaria, piedra en la que tropezado muchas veces en los últimos treinta años de mi vida).

Ahora creo que si puedo afirmar que reinicioo los estudios sobre Lafuente y lo hago a la vista de la jubilación, el 20 de septiembre, lo que me va a dejar algo más de tiempo. He comenzado a releer lo mucho que he ido acumulando desde 1989, cuando dirigí el catálogo de la exposición que se produjo en la DPH en tono a la obra de Lafuente en las colecciones oscenses.

«FÉLIX LAFUENTE TOBEÑAS

Probablemente hay quien piensa que, desde hace años, me puse y sigo algo pesado en la defensa del pintor oscense Félix Lafuente. Hay quien incluso me ha echado en cara que, si tan importante me parecía, no hubiera preparado la tesis doctoral sobre su obra cuando lo hice sobre la del jesuita Martín Coronas, al que superó sin duda como pintor.

Como este trimestre los estudiantes matriculados en la asignatura que imparto en la facultad van a estudiar al pintor y a buscar posibilidades de aplicar ese estudio al aula de infantil, querría dejar claro cual fue el momento en que pensé que se estaba cometiendo una especie de injusticia histórica por parte de la universidad y de la sociedad aragonesa con el pintor que vivió entre Madrid Huesca y Zaragoza y dejó lo mejor de su obra en las dos ciudades de Aragón.

Había visto obra de Lafuente en el Ayuntamiento y los dos cuadros de los Mallos me habían impresionado. Desde la primera exposición que presenté en la Diputación de Huesca en 1968, todos los que habían comentado mis primeros balbuceos en pintura habían nombrado el impresionismo o el pos impresionismo. Ante los Mallos  de Lafuente pensé que eso sí que era pintar como los impresionistas y no lo que mis amigos (que demostraban serlo de forma contundente) me atribuían.

Pero el momento en que me quedé a cuadros fue la primera vez que pude analizar la tela que traigo hoy al blog.  La Torrereta, que pertenece a la colección de uno de los sobrinos nietos del pintor me pareció, desde una primera mirada, la pieza que hacía ininteligible que los estudiosos de la pintura de mi tierra hubieran olvidado en sus resúmenes de historia del arte a su autor.

Ahora quiero retomar el estudio de la pintura de Lafuente en Zaragoza ya que en esa ciudad vivió algunos de sus mejores años como pintor. E intento implicar en esa investigación a los estudiantes, porque muchos de ellos han nacido en la capital aragonesa.»

Si La Torrereta me dejó a cuadros, excuso decir la cara que se me quedó ayer en el museo de Zaragoza cuando pude tener entre las manos algunos de los bocetos que trazó Lafuente en Ansó para componer la pieza mural que ocupa una de las paredes laterales del salón azul del Casino de Huesca.

Lamentablemente los cuidados que ha recibido el mencionado mural han sido más bien escasos. Colocado en uno de los salones más usados por los socios, el humo y las condiciones generales del edificio que soportó el paso de los años y de las utilidades que se le atribuyeron, incluida la de hospital de guerra, han hecho desaparecer prácticamente la pintura. Lo poco que queda fue consolidado hace unos años, pero el hecho de estar pintada la composición sobre una sarga ha contribuido mucho a su actual estado.

Otro asunto son los bocetos para esas figuras trazados por Lafuente a carboncillo y pasteles sobre papel. Los que han dudado sobre la calidad de este pintor y lo han ninguneado sistemáticamente en sus textos sobre pintura aragonesa del periodo entre los siglos XIX y XX, deberían analizar con pausa estas piezas.

No creo que haga falta defenderlas porque lo hacen ellas por sí mismas.

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