Esta mañana han coincidido en un caballete del estudio la primera y la última pieza salidas de lo que he considerado desde el verano de 1968 mi estudio. La de abajo es el primer óleo que pinté en el cuarto de llorar de casa de mis padres, en el Coso Alto 83: un Castillo de Montearagón que se ha ido repitiendo con frecuencia como asunto de mis dibujos y menos de las pinturas que he ejecutado en los últimos 47 años.
La exposición Somontanos en la Sala Goya del Centro de la UNED de Barbastro se produjo a modo de retrospectiva e incluyó este primer trabajo que convive en el reverso de la tela con una casa de mi madre en Loporzano. Desde esa muestra lo tengo a la vista para recordar de donde vengo.
El estudio ha ocupado espacios de Barcelona (Tres Torres, Avenida de Sarriá, calle Aragón) y de Huesca (Coso Alto, Juan XXIII, Pasaje Baleares con ventanas a la calle de Félix Lafuente) para recalar en la Plaza de Extremadura con ventanas al paseo de las Autonomías y de nuevo a Félix Lafuente que es uno de los pintores (el más pintor) que he investigado a lo largo de los años. A la vista de estas dos piezas, el Montearagón y la última que bien podría titularse Tormenta sobre Castelldefels (y que comenzó siendo La sombrilla amarilla) cabría preguntarse si los cientos de ejercicios de pintura que he ido produciendo a lo largo de los años me han convertido en algo más que un simple trabajador de la pintura.
Creo que la respuesta es que no. Sobre todo porque sigo preocupado exactamente por los mismos aspectos de la pintura que me movían a enfrentarme a una tela un año antes de comenzar mis estudios de Bellas Artes en Barcelona . No cabe duda de que el ejercicio de la pintura influye en el manejo de lo que los pintores suelen denominar la cocina (mucho antes del boom gastronómico que nos envuelve en los últimos años). Pero creo que con más o menos conocimiento y aplicación de los procedimientos, mi interés fundamental sigue siendo, precisamente, el procedimiento. Sigo queriendo trabajar con la pintura por encima de que el resultado sea la playa de Barcelona, los somontanos de Huesca o Los Monegros o El parque de Huesca.
Vamos, que me vale con que mis obras sean consideradas ejercicios de pintura. Tampoco pretenden otra cosa.