En toda serie hay elementos que resultan especialmente interesantes. No sabría muy bien decir por qué. En el caso de los Rincones del Alto Aragón, por ejemplo, algunas piezas muy elaboradas comparten ese interés con otras que se han resuelto con muy poca tinta lo que no aclara demasiado esta cuestión.
Entre las que vieron la luz en el Heraldo de Aragón, la publicada el 17 de diciembre de 1983, Baranguá Viejo, me ha resultado siempre especial. No solo por el trabajo sino por la pequeña anécdota que vivimos con Julio en el despoblado no demasiado antiguo. Una de las piedras arrumbadas en lo que pudo ser una pequeña plaza, nos sugirió la posibilidad de que se tratara de la clave de un arco, lo que posibilitaba la existencia de una piedra armera. Lo comprobamos y volvimos a dejar la piedra en su lugar comentando que la siguiente vez que fuéramos era probable que ya no estuviera allí el escudo…