Agüero fue uno de los primeros filones iconográficos que comenzaron a llenar el escaso espacio disponible -ya en ese momento- en mi disco duro. Y por ser un poco de la contra, como decía mi madre, lo hice seguramente por el impacto que me causaron los mallos, término que en mi unversillo personal venía ineludiblemente unido a Riglos. Los Mallos de Agüero se repiten en dibujos y pinturas de mis primeros años.

Pero a la hora de incorporar el núcleo urbano a la serie de los Rincones (para demostrar que lo de la contra iba incluso conmigo mismo) preferí la puerta de la iglesia de Santiago, que apareció en el Heraldo el 15 de febrero de 1980.

 

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