No recuerdo la abundancia de buitres que he visto luego en algunos documentales, pero sí que la roca fue, en esa ocasión la mesa de dibujo. El tintero de los de toda la vida casi se mimetiza con la piedra. En la foto que me manda Julio, de 1985, parece que desafío un poco las leyes de la gravedad. Estaba en pleno furor como dibujante del Heraldo de Aragón y no había comenzado a blanquear la azotea…
El dibujo no es de ese día. Pero del que tracé sobre el terreno salió este que, con otros cuantos más de la carretera de Ayerbe, se utilizaron como cartas del restaurante de Lorenzo, desaparecido demasiado pronto para todos los que le queríamos.
El tiempo no nos trata a todos igual. A todos mal, pero no a todos igual de mal. La naturaleza es otro asunto. Ve levantarse y caer a los hombres y a sus obras sin inmutarse lo más mínimo (o inmutándose más bien poco). Que se lo pregunten al castillo de Marcuello, en la primera sierra.