Siempre me ha dado miedo el Pirineo; lo encuentro demasiado grande. Incluso como tema de pintura. Cuando me han preguntado sobre los motivos habituales de mi trabajo, he respondido que la Hoya de Huesca, Los Somontanos y los Monegros. Que el Pirineo no era tema para mí.

Quizás lo he encontrado demasiado tarde como motivo; pero he de reconocer que el jueves me llevé una sorpresa considerable cuando, después de montar la exposición en el hotel El Privilegio en Tramacastilla de Tena, tomé la vieja cartera del Instituto de Estudios Altoaragoneses que alberga mi estudio portátil, subí solo unos cientos de metros por la carretera de Sandiniés y di media vuelta para toparme con esta vista.

Sentado en la acera de una de las urbanizaciones inacabadas que destrozaron el recuerdo idílico que tenía de Tramacastilla desde que dibujé el núcleo para el Heraldo, en mayo de 1985, ataqué la acuarela con una ganas desacostumbradas y, pese a mis miedos iniciales (que los hubo), no me disgustó del todo el resultado. Tendré que intentarlo de nuevo…

desdeTramacastilla